viernes, 14 de marzo de 2014

Eclesiales

LAS SIRVIENTAS DE CAIFÁS

“Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio.  Una sirvienta se acercó y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Galileo»… Y como Pedro se dirigiera hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: «Este hombre andaba con Jesús de Nazaret»” (San Mateo, 26 - 69,71)
 
Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo sobre la profanación de la Catedral de Buenos Aires con el acto litúrgico judeo-cristiano del pasado 12 de noviembre; y demasiado ha dicho ya el mundo contra quienes dieron testimonio de fe católica, tratando de impedir aquella tenebrosa profanación.
 
Hace varios años que vengo denunciando la comisión de este tipo de aquelarres, y dos capítulos de mi libro “La Iglesia Traicionada” están dedicados a la llamada “Noche de los Cristales”, con la consiguiente protesta dirigida a los jerarcas eclesiales que toman la impía iniciativa de organizar estas celebraciones masónicas, a todas luces sacrílegas y falaces. Quiero decir que el hecho no me es ajeno ni indiferente.
 
Pero si se me permite y dado el desenlace todavía en curso que han tomado los episodios, quisiera sumar dos breves comentarios. Ya habrá tiempo para más:

1º) Según conocida y divulgada expresión de Francisco, al comienzo de su pontificado, “el que no le reza a Jesucristo, le reza al demonio”. La frase, originada en un concepto de León Bloy, establece una línea divisoria irreconciliable. Pues bien, el grueso de los judíos invitados a ocupar la Catedral, no le reza a Jesucristo; esto es evidente. Y muchos de los otros invitados procedentes de falsas iglesias y sectas varias, tampoco le rezan a Jesucristo en tanto Dios y Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Ergo, los responsables de tal convite y de tamaña mixtura en la Catedral Metropolitana, permitieron la invasión de nuestro mayor templo católico por adoradores del demonio. No le rezan a Jesucristo en cuya divinidad no creen; y son múltiples los casos constatables de que además de no rezarle lo ultrajan.
 
Todo el clero católico comprometido en esta activa, obsecuente y servil invitación a que la Catedral fuera ocupada por quienes no le rezan a Jesucristo, tendrán que rendir cuentas de haber servido a quienes le rezan al demonio. La disyuntiva, reitero, fue planteada en tan tajantes términos por el mismo Francisco.
 
2º) También ha dicho Francisco —y esta segunda frase a la que aludiré es tan conocida como la anterior— que él desea “una iglesia pobre, para los pobres y de los pobres”. Pues bien; resulta que entre aquellos cultores de Mandinga insensatamente convocados a tomar un templo católico, había muchos personajes correspondientes a la plana mayor del capitalismo sionista, a la oligarquía judaica, a los monopolios plutocráticos hebreos. No se ve cómo puede condecirse tamaña promoción impúdica de los servidores del becerro de oro con el ideario del Poverello de Asís, supuestamente revalorizado a partir de este pontificado.
 
La conclusión parece trágicamente sencilla. Si el Papa promueve estos actos —y todo indica que sí, pues ya lo hacía activamente cuando sólo era el Cardenal Primado— su conducta es ambigua y reclama con urgencia definiciones unívocas. Tendrá que elegir: o los adoradores de Jesucristo o los del demonio. O una iglesia evangélicamente pobre o una iglesia mancillada por los plutócratas judíos. No se puede servir a dos señores. Recemos para que Dios lo haga discernir rectamente y con prontitud. Es mucho lo que está en juego con tal discernimiento.
 
Si el Papa fuera ajeno a estos últimos sucesos —algo improbable, pero que no queremos dejar de considerar como hipótesis por respeto y honestidad intelectual— los que han invocado su autoridad para consumar la profanacion, sumarían un nuevo escándalo. Tal sería el del falso testimonio, reprobado en el octavo mandamiento.
 
En cualquier caso (y teniendo en cuenta la reacción de los prelados medrosos, pidiendo perdón aquí y acullá, no por el acto profanatorio que consumaron en la Catderal, sino por el mal momento que tuvieron que pasar los judíos al haber presenciado a un puñado de rezadores de Jesucristo), es evidente que la Iglesia de hoy, en nuestra patria, no está conducida sino por las sirvientas de Caifás (San Mateo, 26, 69). Sirvientas repugnantemente dóciles a los deicidas, horteras aduladoras al Kahal, fámulas indignas del contubernio contra el Divino Redentor, fregonas de la Iniquidad, para cuyo repudio no sabemos hallar palabras suficientemente severas e irrevocables. El estupor es tan grande, la náusea tan creciente, la perplejidad tan dolorosa, la indignación tan inenarrable, que preferimos callar y rezar.
 
Un conocido pasaje del evangelio joánico (San Juan, 8, 57-59), recuerda el trágico momento en que los judíos apedrearon a Jesús porque este se les reveló como Dios.
 
Bien estará que la Iglesia quiera extender hacia ellos su perdón, y que se muestre hospitalaria con los contritos y conversos, y hasta eleve a los altares a los mejores de quienes tal camino de la metanoia plena hayan recorrido. Pero para que tal gesto conciliatorio tenga lugar y feliz desenlace, primero los judíos deberán recoger una a una esas piedras arrojadas al rostro del Salvador. Deberán soldarlas con sus lágrimas, y levantar con ellas un gran altar en homenaje a Cristo Rey, arrodillándose ante Él.
 
Acción santa y salvífica es que la Iglesia haya propuesto durante toda su historia la conversión de los judíos. Acción perversa es que la Iglesia quiera sumarse ahora al redil de los apedreadores, darles albergue en el mismo recinto santo e instar a los católicos a que se sientan cómodos en las sinagogas, entre cuyos muros se enseña precisamente a rechazar, a injuriar y a odiar a Jesucristo.
 
Queremos judíos conversos, no católicos judaizados. Bienaventurados quienes sirvan de escudos a los pedruscos blasfemos lanzados contra el Redentor. Malditos sean quienes se sumen a los arrojadores sacrílegos de cantos o de riscos.
 
POST SCRIPTUM
 
Hasta donde sabemos, Francisco no ha hecho llegar ningún mensaje de adhesión a los responsables de haber permitido la invasión de la Catedral de parte de quienes no rezan a Jesucristo y por ende rezan al demonio, según pensamiento del mismo Francisco. Es más, el 18 de noviembre, en Santa Marta, pronunció una notable homilía explícitamente en contra del progresismo, que invitamos a leer completa, en el Boletín de AICA del día 19.
 
Pero ambigüedades y péndulos mediante, según el Director Ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano, Claudio Epelman, el Papa, al recibirlos y con ocasión de los sucesos ocurridos en la Catedral Metropolitana, habría condenado “la agresión” (sic) de los católicos que ingresaron a rezar el rosario, porque “la agresión no puede ser un acto de fe, y la prédica de la intolerancia es una forma de militancia que debe ser desterrada” (cfr. “La Nación”, 20 de noviembre de 2013, pág. 25).
 
La triste noticia dio después la vuelta al mundo. Una vez más, desde Roma, llega simultáneamente y para perplejidad de los fieles, un doble discurso desconcertante y mendaz.
 
Por eso, se impone una elemental aclaración. Ya no las presunciones y conjeturas sino las crudas imágenes, difundidas por doquier, prueban que los agredidos no fueron los miembros de la recua judeo-cristiana sino quienes trataron de evitar los desafueros de la misma.
 
Esas agresiones fueron verbales y gestuales, de palabra y de hecho, aisladas y sostenidas, individuales y grupales, y habrían llegado a su máxima expresión cuando un judío con su kipá, acercandose al oído de dos de los rezadores del Santo Rosario, los habría conminado a retirarse bajo la amenaza de que los allí convocados para la extraña liturgia, estaban armados y dispuestos a usar sus armas. No faltan testigos directos de esta bravata sobre la cual enmudecieron los medios.
 
Es cierto que la agresión no puede ser un acto de fe. Pero es cierto que la fe puede ser defendida agrediendo al ultrajador, al blasfemo o al sacrílego. Hay demasiadas bibliotecas escritas al respecto, como para intentar aquí y ahora una síntesis. Y hay demasiados santos arribados al altar por haber luchado arma en mano contra los impíos, como para desmentir cuanto decimos.
 
En cuanto a desterrar la intolerancia como forma de militancia, también es curioso. Bien ha escrito al respecto el Padre Reginald Garrigou Lagrange: “La Iglesia es intolerante en los principios porque cree; pero es tolerante en la práctica porque ama. Los enemigos de la Iglesia son tolerantes en los principios porque no creen; pero son intolerantes en la práctica porque no aman”.
 
La urgencia que el Papa debería predicarles a los católicos hoy —con su propio ejemplo y su magisterio— no es la del destierro de la intolerancia, si no la del destierro definitivo y viril de estos tolerantes e irresponsables contubernios con los deicidas, que convierten nuestros templos, y al Vaticano mismo, en casas de tolerancia.
 
Antonio Caponnetto
 

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece insólito, pero el heresiarca Arrio en toda su vida no cometió tantos crímenes contra la Fe como "Francisco" en sus primeros doce meses.

Duilio Beltramini

Anónimo dijo...

Para ser el "Papa del pueblo argentino" se reúne muy seguido con aquellos que están destruyendo al país.

Fernando

Anónimo dijo...

Los papas sabios Pablo IV y San Pío V explicaron muy claro, a través de la bula "Cum ex apostolatus officio" (fundamento del Canon 188), que los herejes no pueden ser papas, ni siquiera con fórceps...
JUAN CARLOS

Anónimo dijo...

Nuestra sociedad cristiana se viene destsruyendo hace siglos, y se acelera esa demolición hace unos seis o siete décacas, debido a conceptos e ideas que como arietes destruyen la puerta para que luego penetre el enemigo. Uno de esos conceptos es el "nos sentamos a charlar para lograr una paz eterna", error mortal que termina destrozandolo todo. Lo que hay que hacer es simplemente enfrentar y destruir al enemigo, nada mas. La Biblia no es un mensaje light para maricones y vendedores de autos. No es para sonrisitas de aviso de crema de afeitar o idioteces del tipo "cada uno tiene derecho a pensar en lo que quiere". En nuestro pais el mensaje de la destrucción a la Iglesia lo sinttizó el escuerzo lagunero de Chascomús y no porque le diera el bocho, sino por su maldad. En fin, de mariconada en mariconada, dentro de poco la Catedral será una mezquita y ya la payasada llegará asu máxima expresión.
PACO LALANDA

shl2008 dijo...

Estimado Dr. Caponnetto,
En cuanto a las manifestaciones del Sr. Epelman, sugeriría no tomar su palabra como manifestaciones papales. En primer lugar, el Sr. Epelman no es vocero del Papa. Además -y suponiendo que el Papa hubiera utilizado dicha frase-, habría que ver en qué contexto la dijo. Quizá la dijo como una suerte de premisa rectora del actuar cristiano -y estaría bien-, pero no estaba dirigida a los defensores de la Catedral en particular. Aquello de tergiversar frases y sacar de contexto es moneda corriente entre los medios u organismos que intentan llevar agua para su molino. Por ello no confiaría en lo que los medios dicen que Epelman dice que el Papa dice, como para contar con información confiable. Un cordial saludo, shl2008

Anónimo dijo...

la sirvientita CFK - Caifas Jorge Mario Bergoglio - bolche kk - traidor - quemareos iglesias - y habra un nuevo papa

Anónimo dijo...

Es vergonzoso que el sucesor de San Pedro, reciba a esta vulgar chirusa de baja estofa, para que se saque la foto a su lado.

Anónimo dijo...

cristo vence y algo ocurrirá para que todo esto se caiga estripitosamente - ni bergoglio ni nadie podra detener lo que le espera a la argentina y a el.